Lirica:
Juan Boscán
(Barcelona, 1487-id., 1542) Poeta español. Nacido en
el seno de una familia catalana de letrados y mercaderes, sirvió en las cortes
de Fernando el Católico y Carlos I desde 1514, y fue preceptor del duque de
Alba. En 1539 abandonó la corte y se estableció en Barcelona, y ese mismo año
contrjo matrimonio con Ana Girón de Rebolledo; su casa se convirtió en un
centro de tertulia literaria.
A Juan Boscán se le
debe la introducción en la lírica castellana de la métrica y la versificación
italianas. La idea se la sugirió el embajador veneciano Andrés Navaggiero,
durante una conversación en Granada, y contó enseguida con la aprobación de Garcilaso de la Vega, amigo de Boscán.
Las composiciones
de ambos, que aparecieron conjuntamente en 1543, en tres volúmenes, muestran la
evolución de la versificación castellana del primer libro de poemas a la ya
definitiva adopción de la métrica italiana en las poesías del segundo libro,
precedido por la carta a la duquesa de Somma, en la que expone y justifica su
elección y que constituye un auténtico tratado de poética renacentista.
En
este primer libro italianizante aparecen sonetos y canciones, mientras que en
el siguiente, en el que se encuentra el poema clásico Hero y Leandro, escrito en
endecasílabos blancos, Boscán incorporó el cultivo de nuevas formas, como la
elegía, la epístola en tercetos y el uso de la octava real en poemas de mayor
extensión.
En
su lírica se encuentran unidas con gran acierto las más puras imágenes
petrarquistas con las imágenes un poco más rudas de Ausiàs March, con lo que
sentó también las bases de la influencia del poeta valenciano en la lírica
castellana del siglo XVI. Junto a su obra poética, hay que citar la traducción
al español de El
cortesano,
de Baltasar de Castiglione, publicada en el año 1534.
Fray
Luis de León
(Belmonte, España,
1527-Madrigal de las Altas Torres, id., 1591) Escritor español en lenguas
castellana y latina. De ascendencia judía, desde muy joven militó en la orden
agustina.
Estudió en las
universidades de Alcalá de Henares y de Salamanca, donde obtuvo dos cátedras:
la primera de filosofía moral y la segunda de Sagradas Escrituras, que abandonó
más tarde para dedicarse a su orden. Fue detenido por la Inquisición y
encarcelado durante casi cuatro años (1573-1576) a causa de su Comentario al Cantar de los Cantares (1561), traducción
al castellano del texto bíblico, entonces prohibido.
Fray Luis fue un
gran humanista de espíritu cristiano y muy buen conocedor de los clásicos
latinos. Destacó ante todo como prosista en castellano: su conciencia
estilística, que se manifiesta en los efectos rítmicos que introdujo en su
prosa, y su empeño en conseguir un lenguaje cuidado y natural lo convierten en
un escritor fundamental para la consolidación de la prosa castellana.
Destacan
en este sentido La
perfecta casada (1583), sobre las
virtudes de la mujer cristiana, y, sobre todo, De los nombres de Cristo (1574-1575),
comentario erudito que constituye sin duda su obra más conseguida
estilísticamente. Sin embargo, su fama literaria se debe a sus composiciones
poéticas, veintitrés poemas publicados por primera vez por Quevedo en 1637 en
un intento de ofrecer contramodelos a la corriente gongorina.
Tan riguroso como en su prosa, su
poesía demuestra un gran dominio del ritmo y del tono. Siguió las innovaciones
métricas introducidas por Boscán y Garcilaso, pero se decantó exclusivamente
por la lira. Máximo representante de la corriente horaciana, consiguió una
expresión poética de gran perfección formal y fuerza expresiva, de ejemplar
sencillez. Sobre la base de su pensamiento platónico-agustiniano, cantó el
ideal de vida retirada y el anhelo de plenitud que prefigura la vida celestial.
Movimiento Mistico
Fray
Luis de Granada
(Luis
de Sarria; Granada, 1504-Lisboa, 1588) Escritor español, destacada figura de la
literatura ascética del Siglo de Oro. Confesor de duques y de reyes, fue el
orador sagrado más famoso de su tiempo en España y Portugal. Sus sermones,
dentro del más puro estilo ciceroniano, sirvieron de modelo hasta el siglo
XVIII; fue también uno de los mejores prosistas del siglo XVI en latín,
castellano y portugués. Destacan sus Seis
libros de la retórica eclesiástica (1576), el Libro de la oración y de la meditación (1554), la Guía de pecadores (1556) y el Memorial de la vida cristiana (1561).
Procedente
de una familia muy humilde (su madre era lavandera), sus padres fueron de los
que por disposición de los Reyes Católicos poblaron las tierras granadinas
conquistadas. Quedó huérfano siendo muy niño y entró de monaguillo en el
convento de Santa Cruz de Granada de los dominicos, que habían amparado la
viudez de su madre. Se dice que Íñigo López de Mendoza, admirado de los
razonamientos del muchacho en una disputa infantil bajo su balcón, decidió
protegerle y lo nombró paje de sus hijos, a quienes acompañó en sus estudios.
También parece que en aquella ilustre casa compartió las enseñanzas del célebre
maestro y humanista italiano Pietro Martire d'Anghiera.
Ingresó en el
citado convento dominico en 1524 y profesó al año siguiente. Formado en el
Colegio de San Gregorio de Valladolid, tuvo como maestros a famosos teólogos
corno Melchor Cano, Bartolomé Carranza y Diego de Astudillo, a quien años más
tarde prologaría un libro. Volvió al convento granadino de su orden y años
después al de Santo Domingo de Scala Dei, en tierras cordobesas, del que fue
nombrado vicario en 1541. Tuvo parte activa en la restauración de este
monasterio, donde conoció al maestro Juan de Ávila, cuya biografía escribiría y
bajo cuya influencia de escritor y orador se formó.
Fray
Luis de Granada fue prior del convento de Palma de Río y capellán y confesor de
los duques de Medina Sidonia y de Alba. También fue confesor de los reyes de
Portugal (don Enrique y doña Catalina). Autorizado por su orden a predicar
libremente, se convirtió en el orador sagrado más prestigioso de España y
Portugal. Parece ser que pasó a Portugal por orden de sus superiores para
eludir las pesquisas de la Inquisición, que sospechaban en él (así como en
otros ascetas ilustres) contagios de la reforma de Europa, tanto por sus
sermones y escritos como por la austeridad de su vida. No obstante ser español,
fue elegido provincial de su orden en Portugal y no quiso aceptar ni el
obispado de Evora ni el arzobispado de Braga. Cuando el Papa le designó vicario
general, Felipe II le
desposeyó del cargo por su neutralidad en el pleito sucesorio del trono
portugués.
Entre
sus penas y errores (además de la persecución de los españolistas en Portugal
por el citado motivo), estuvo el haber reconocido y defendido la superchería de
una monja dominica milagrera de la Anunziata de Lisboa. Era ya muy anciano y
casi no veía; pero, cuando se convenció de su equivocación, escribió,
retractándose humildemente, su Sermón
de las caídas públicas,
sobre el escándalo levantado por las falsas llagas y fingidos milagros. Sus
honras fúnebres y entierro constituyeron una exaltada manifestación de devoción
popular a su persona. Había contado también con la admiración de las grandes
personalidades de la vida religiosa de su época, empezando por el papa Gregorio
XIII, que elogió su virtud y saber.
Obras de Fray Luis de Granada
Fray
Luis de Granada es considerado uno de los más grandes prosistas castellanos del
siglo XVI. Sus obras fueron conocidas en Europa en los originales (escribió en
latín, castellano y portugués) y en numerosas traducciones a todas las lenguas
europeas. Su labor como maestro de predicadores se plasmó en la Retórica eclesiástica (1576), escrita en
latín, en la cual intentó adaptar las formas de la oratoria clásica de Cicerón y Quintiliano al
fondo de los sermones, para recomendar ante todo la sencillez. En portugués
redactó el catecismo Compendio
de doctrina christiana (1559). Como
traductor, su versión de Escala
Espiritual de San Juan Clímaco y, sobre todo,
la de la Imitación
de Cristo de Tomás de Kempis, fueron elogiadas
por el Papa.
Aunque
en él se percibe el influjo de la teología tomista, como es característico en los
autores dominicos, el tono sentimental de su obra lo acercó al platonismo
agustiniano y a la idea franciscana del mundo como reflejo de Dios. Su primer
texto importante es El
libro de la oración y meditación (1554), tratado de
carácter ascético que versa sobre el mejor modo de orar, la forma de evitar las
tentaciones y los engaños mundanos, la práctica de la virtud y el valor de la
religiosidad interior, en la línea de autores como Savonarola y Erasmo.
La Guía de pecadores (Lisboa, 1556)
también revela la ascendencia erasmista por su dimensión ética y humanista, ya
que en sus páginas se tienen en cuenta los efectos sociales de la virtud, se
enuncian los privilegios derivados de ella y, al dirigirse tanto a clérigos
como a seglares, se ofrecen en realidad pautas de comportamiento para el
perfecto caballero cristiano. La obra es un tratado ético con los remedios contra
los peligros del mundo y sus pecados y muestra una copiosa erudición sagrada
digna de un maestro de teología. Con todo, por rozar en algunos pocos pasajes
la doctrina de los iluminados, tan en auge en su época, la Inquisición ordenó
algunas supresiones del texto de la primera edición.
La Guía consta de dos
libros, cada uno de ellos dividido en dos partes. El primer libro, que se
titula "Exhortación a la virtud", enumera en su primera parte las
obligaciones que nos vinculan a la virtud y los frutos inestimables que de
ellas se derivan. En la segunda parte trata de la vida virtuosa y da los
preceptos para disfrutar de los bienes temporales y espirituales que en esta
vida se prometen a la virtud. El segundo libro, que se titula "Doctrina de
la virtud", hace en su primera parte un minucioso examen de los vicios más
comunes, es decir, de los siete pecados capitales y de sus remedios, y de los
pecados veniales, dando consejos para hacer el hombre más virtuoso; en la
segunda parte trata del ejercicio de las virtudes y sugiere lo que el hombre ha
de hacer para con Dios y para con su prójimo en la variedad de los estados y de
las condiciones.
El
tratado tiene una intención práctica y se propone poner a los pecadores por el
camino de la virtud cristiana. Moralista ascético, Fray Luis de Granada hace
sin embargo de la virtud un procedimiento gradual hasta la identificación del
alma con Dios, rozando en más de un punto el misticismo de los alumbrados, como
más tarde la Guía
espiritual de Molinos. Escritor preciso y colorido,
los períodos de Fray Luis tienen la amplitud y la lentitud de la oratoria
clásica, y su argumentación recurre de grado a las sutilezas escolásticas; sin
embargo, cuando describe la miseria del pecador o las efusiones alegres de la
vida espiritual, su prosa se torna ágil y poética y extraordinariamente dúctil
a la voz del sentimiento.
La obra en la que
puso mayor empeño fue Introducción
del símbolo de la Fe (Salamanca,
1582-85). Dividido en cinco partes, este tratado apologético sugerido por la
contemplación de la naturaleza es su escrito más extenso. La primera parte es
una descripción apasionada de las maravillas de la creación que se detiene
minuciosa y delicadamente en lo minúsculo. Su elocuencia literaria y la
profundidad emocionante de su fondo se centra en efecto en la atención a las
cosas humildes; con una especie de franciscanismo íntimo, lo aparentemente
insignificante queda herido por su ternura expresiva y su apasionado discurso,
como cuando habla de las telas que las arañas tejen para cazar a sus presas. La
segunda y tercera partes, más doctrinales, exponen respectivamente la
excelencia de la fe cristiana y el misterio de la redención.
Dos
obras íntimamente relacionadas, el Memorial
de la vida cristiana (Lisboa, 1561) y
las Adiciones
al Memorial (1574), contienen
las normas para un cristianismo práctico y una ascética de la voluntad; en
ellas Fray Luis de Granada llega a tan delicadas exaltaciones que puede
considerarse místico en algunos pasajes. En sus demás obras ascéticas,
importantes por su fondo aunque menores por su extensión, hallamos estimables
opúsculos como sus sermones (Trece sermones en castellano), sus meditaciones
(Meditaciones muy devotas) y sus biografías
(las de Juan de Ávila, Fray Bartolomé de los Mártires y Sor Ana de la Concepción).
Las obras completas
de este fecundo escritor han conocido varias ediciones; destacó la valiosa
edición crítica iniciada en 1906 por el padre Cuervo, que consta de catorce
tomos. La obra de Fray Luis de Granada representa por su forma una magnífica
prosa retórica, y por su fondo las más ricas cualidades de espiritualidad y
dinamismo religioso, que lo acreditan como una de las grandes figuras del
ascetismo español. Insigne orador y escritor, ya en su época fue conocido con
toda justicia como el "Cicerón de España".
Garcilaso
de la Vega
(Toledo, 1501? -
Niza, 1536) Poeta renacentista español. Perteneciente a una noble familia
castellana, Garcilaso de la Vega participó ya desde muy joven en las intrigas
políticas de Castilla. En 1510 ingresó en la corte del emperador Carlos I y
tomó parte en numerosas batallas militares y políticas. Participó en la
expedición a Rodas (1522) junto con Boscán y en 1523 fue nombrado caballero de
Santiago.
En 1530 Garcilaso
se desplazó con Carlos I a Bolonia, donde éste fue coronado. Permaneció allí un
año, hasta que, debido a una cuestión personal mantenida en secreto, fue
desterrado a la isla de Schut, en el Danubio, y después a Nápoles, donde
residió a partir de entonces. Herido de muerte en combate, durante el asalto de
la fortaleza de Muy, en Provenza, Garcilaso fue trasladado a Niza, donde murió.
Su
escasa obra conservada, escrita entre 1526 y 1535, fue publicada póstumamente
junto con la de Boscán, en Barcelona, bajo el título de Las obras de Boscán con algunas de
Garcilaso de la Vega (1543), libro que
inauguró el Renacimiento literario en las letras hispánicas. Sin embargo, es
probable que antes hubiera escrito poesía de corte tradicional, y que fuese ya
un poeta conocido.
Garcilaso
se sumó rápidamente a la propuesta de su amigo Juan Boscán de adaptar el
endecasílabo italiano a la métrica castellana, tarea que llevó a cabo con
mejores resultados, puesto que adoptó un castellano más apto para la acentuación
italiana y la expresión de los nuevos contenidos poéticos, de tono
neoplatónico, propios de la poética italiana renacentista.
Muchas de sus
composiciones reflejan la pasión de Garcilaso por la dama portuguesa Isabel
Freyre, a quien el poeta conoció en la corte en 1526 y cuya muerte, en 1533, le
afectó profundamente. Los 40 sonetos y las 3 églogas que escribió se mueven
dentro del dilema entre la pasión y la razón que caracteriza la poesía
petrarquista y en ellos el autor recurre, como el mismo Petrarca, al paisaje
natural como correlato de sus sentimientos, mientras que las imágenes de que se
sirve y el tipo de léxico empleado dejan traslucir la influencia de Ausias
March. Escribió también cinco canciones, dos elegías, una elegía a Boscán y
tres odas latinas, inspiradas en la poesía horaciana y virgiliana.
Santa
Teresa de Jesús
(Gotarrendura,
Ávila, 1515 - Alba de Tormes, 1582) Religiosa y escritora mística española,
conocida también como Santa Teresa de Ávila. Teresa de Jesús es el nombre de
religión adoptado por Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de
Cepeda, probable descendiente de judíos conversos, y de Beatriz de Ahumada,
perteneciente a una noble familia abulense. Su vida y su evolución espiritual
se pueden seguir a través de sus obras de carácter autobiográfico, entre las
que figuran algunas de sus obras mayores: La
vida (escrito entre 1562 y 1565), las Relaciones espirituales, el Libro de las fundaciones (iniciado en 1573 y
publicado en 1610) y sus cerca de quinientas Cartas.
La
Vida abarca desde su infancia hasta la
fundación del primer convento reformado de San José de Ávila, en 1562. Gracias
a ella se sabe de su infantil afición por los libros de caballerías y de vidas
de santos. En 1531, su padre la internó como pupila en el convento de monjas
agustinas de Santa María de Gracia, pero al año siguiente tuvo que volver a su
casa aquejada de una grave enfermedad. Determinada a tomar el hábito carmelita
contra la voluntad de su padre, en 1535 huyó de su casa para dirigirse al
convento de la Encarnación. Vistió el hábito al año siguiente, y en 1537 hizo
su profesión.
Por
entonces empezó para ella una época de angustia y enfermedad, que se
prolongaría hasta 1542. Durante estos años confiesa que aprendió a confiar
ilimitadamente en Dios y que empezó a practicar el método de oración llamado
«recogimiento», expuesto por Francisco de Osuna en su Tercer abecedario espiritual. Repuesta de sus
dolencias, empezó a instruir a un grupo de religiosas de la Encarnación en la
vida de oración y a planear la reforma de la orden carmelitana para devolverle
el antiguo rigor, mitigado en 1432 por Eugenio IV.
Empezó entonces a
ser favorecida con visiones «imaginarias» e «intelectuales», visiones que
habrían de sucederse a lo largo de su vida y que determinaron sus crisis para
averiguar si aquello era «espíritu de Dios» o del «demonio». Su ideal de
reforma de la orden se concretó en 1562 con la fundación del convento de San
José. Se inicia entonces una nueva etapa en su vida, en la que la dedicación a
la contemplación y la oración es compartida con una actividad extraordinaria
para conseguir el triunfo de la reforma carmelitana.
Desde
1567 hasta su muerte, fundó en Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo,
Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca,
Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos. En 1568 se erigió en Duruelo
el primer convento reformado masculino, gracias a la colaboración de San Juan de la Cruz y
del padre Antonio de Heredia. Redactó las Constituciones (1563), que fueron
aprobadas en 1565 por Pío IV, y que se basan en los siguientes puntos: vida de
oración en la celda, ayuno y abstinencia de carne, renuncia de rentas y
propiedades, comunales o particulares, y práctica del silencio.
Para ayudar a sus
religiosas a la realización de su ideal de vida religiosa compuso Camino de perfección (escrito entre 1562
y 1564 y publicado en 1583) y Las
moradas o Castillo
interior(1578).
La reacción de los miembros de la antigua observancia carmelita llegó a su
punto culminante en 1575, año en que denunciaron a los descalzos a la
Inquisición. Un breve de Roma, en 1580, ordenó la separación de las dos
órdenes.
En
1604 se inició el proceso de canonización de Teresa. En 1614 fue declarada
beata, y en 1622 fue canonizada por Gregorio XV. En 1970 fue proclamada doctora
de la Iglesia, siendo la primera mujer que recibía esta distinción. Además de
las obras citadas, dejó escritas las siguientes: Meditaciones sobre los cantares, Exclamaciones, Visita de descalzas, Avisos, Ordenanzas
de una cofradía, Apuntaciones, Desafío espiritual, Vejamen y unas treinta
poesías.
San
Juan de la Cruz
(Juan de Yepes
Álvarez; Fontiveros, España, 1542 - Úbeda, id., 1591) Poeta y religioso
español. Nacido en el seno de una familia hidalga empobrecida, empezó a
trabajar muy joven en un hospital y recibió su formación intelectual en el
colegio jesuita de Medina del Campo.
En 1564 comenzó a
estudiar artes y filosofía en la Universidad de Salamanca, donde conoció, en
1567, a Santa Teresa de Jesús, con quien acordó fundar dos nuevas órdenes de
carmelitas. Su orden reformada de carmelitas descalzos tropezó con la abierta
hostilidad de los carmelitas calzados, a pesar de lo cual logró desempeñar
varios cargos. Tras enseñar en un colegio de novicios de Mancera, fundó el
colegio de Alcalá de Henares. Más adelante se convirtió en el confesor del
monasterio de Santa Teresa.
En
1577 prosperaron las intrigas de los carmelitas calzados y fue encarcelado en
un convento de Toledo durante ocho meses. Tras fugarse, buscó refugio en
Almodóvar. Pasó el resto de su vida en Andalucía, donde llegó a ser vicario
provincial. En 1591 volvió a caer en desgracia y fue depuesto de todos sus
cargos religiosos, por lo que se planteó emigrar a América, proyecto que
frustró su prematuro óbito. Canonizado en 1726, fue proclamado Doctor de la
Iglesia en 1926.
Aunque
los versos que de él se conservan son escasos y no fueron publicados hasta
después de su muerte, se le considera como uno de los mayores poetas españoles
de la época y como el máximo exponente de la poesía mística. Se supone que
durante los meses de su encierro en 1577, que pasó en completo aislamiento y
sometido a crueles interrogatorios, elaboró sus llamados poemas mayores: Llama de amor viva, Cántico espiritual y Noche oscura. Por temor a que
fueran tomadas por "iluministas", ninguna de estas obras se publicó
antes de 1618, cuando, salvo Cántico
espiritual que lo fue nueve años más tarde en
Bruselas, se editaron con el título de Obras
espirituales que encaminan a un alma a la perfecta unión con Dios. En 1692 se
publicó en Roma la obra en prosa Avisos
para después de profesos,
escrita poco antes de morir.
En sus tres poemas
mayores, estrechamente relacionadas entre sí, Juan de la Cruz condensó sus
propias vivencias personales, derivadas del constante anhelo de que su alma
alcanzase la fusión ideal con su Creador; las tres composiciones, de un modo u
otro, describen el ascenso místico del alma hacia Dios, y dado que surgieron
como trasunto de una experiencia mística que se expresaba en alegorías y
símbolos, San Juan de la Cruz consideró que debían ser explicadas. Esto le
llevó a la escritura de comentarios en prosa a los poemas.
En Llama de amor viva, San Juan de la
Cruz recrea la emoción del éxtasis amoroso, mientras que en Noche oscura, que consta de
ocho liras, utiliza la imagen de una muchacha que escapa por la noche para
acudir a una cita con su enamorado como representación de la huida del alma de
la prisión de los sentidos, en busca de la comunión con Dios. Cántico espiritual es la obra más
compleja y extensa de su producción. En ella, para detallar las diferentes vías
que recorre el alma hasta lograr fundirse con la divinidad, desarrolla una
recreación, a modo de égloga, del bíblico Cantar
de los Cantares.
A través de cuarenta liras describe la búsqueda del Esposo (Dios) por parte de
su esposa (el alma), que pregunta por él a las criaturas de la naturaleza. Tras
encontrarlo, se sucede un diálogo amoroso que culmina con la unión de los dos
amantes.
A
diferencia de Santa Teresa de Jesús, que adopta el tono coloquial y se nutre
de los efectos de la luz para expresar la experiencia de la comunión con Dios,
la poesía de San Juan de la Cruz se constituye en un lenguaje vivo que,
bebiendo en variadas fuentes, busca la expresión del arrobo y del éxtasis de la
unión mística; su propósito es llegar a plasmar, o cuanto menos dejar entrever,
esa realidad invisible e inefable que es el amor divino, apelando al simbolismo
y a las ricas posibilidades expresivas de un lenguaje elaborado. Son precisamente
estos dos factores los que atraen y fascinan aun a los no creyentes, pues sus
versos, al operar fundamentalmente como vías expresivas de una experiencia
personal íntima, no comprometen creencias, tradiciones o culturas no
compartidas por el sujeto.
En
tanto que frutos de este arrebato místico, alejado de todo discurso lógico,
predominan en los poemas mayores de San Juan de la Cruz los elementos
irracionales, subconscientes e intuitivos que se traducen estilísticamente en
una tendencia a la síntesis y en una gran densidad expresiva. Para comunicar
las sensaciones experimentadas prescinde de todo elemento superfluo y emplea
abundantemente el sustantivo, en detrimento de verbos y adjetivos. Con el fin
de dar a conocer los gozos que el enlace místico produce, utiliza con profusión
los giros afectivos, las repeticiones, las antítesis, las enumeraciones
caóticas, el paso súbito de un tema a otro o las referencias alegóricas,
basadas, en su mayor parte, en el tema del amor profano. No excluye además el
léxico popular y rústico, los dialectismos y los diminutivos, que se presentan
junto a voces cultas y palabras de contenido simbólico.
De
este modo, combinando la antigua simbología del Cantar de los cantares con las fórmulas
propias del petrarquismo, San Juan de la Cruz produce una rica literatura
mística que hunde sus raíces en la teología tomista y en los místicos
medievales alemanes y flamencos. Su producción refleja una amplia formación
religiosa, aunque deja traslucir la influencia del cancionero tradicional del
siglo XVI, sobre todo en el uso del amor profano (las figuras del amante y de
la amada) para simbolizar y representar el sentimiento místico del amor divino.
La estrofa más empleada en sus poemas es la lira, aunque demuestra igual
soltura en el uso del romance octosílabo.
Toda su doctrina
gira en torno al símbolo de la «noche oscura», imagen que ya era usada en la
literatura mística, pero a la que San Juan dio una forma nueva y original. La
noche, al borrar los límites de las cosas, le sugiere, en efecto, lo eterno, y
de esa manera pasa a simbolizar la negación activa del alma a lo sensible, el
absoluto vacío espiritual. Noche oscura llama también San Juan a las «terribles
pruebas que Dios envía al hombre para purificarlo»; ateniéndose a este último
significado, habla de una noche del sentido y de una noche del espíritu,
situadas, respectivamente, al fin de la vía purgativa y de la iluminativa, tras
las cuales vendría la vía unitiva, aspiración última del alma atormentada por
la distancia que la separa de Dios, y realización de su deseo de fusión total
con Él. Antes de acceder a la experiencia mística de unión con Dios, el alma
experimenta una desoladora sensación de soledad y abandono, acompañada de
terribles tentaciones que, si consigue vencer, dejan paso a una nueva luz, pues
«Dios no deja vacío sin llenar».
San Juan utiliza
determinados recursos estilísticos con una profusión y madurez poco frecuentes,
dando un nuevo y más profundo sentido a las expresiones paradójicas («vivo sin
vivir en mí», «cautiverio suave») y a las exclamaciones estremecedoras («¡Oh,
llama de amor viva!») habituales en los cancioneros. Lo que mejor define su
poesía es su extraordinaria intensidad expresiva, gracias a la perfecta
adecuación y el equilibrio de cada una de sus imágenes. A ello contribuye
asimismo su tendencia a abandonar el registro discursivo y eliminar nexos
neutros carentes de valor estético para buscar una yuxtaposición constante de
elementos poéticos de gran plasticidad. Todo ello, unido al rigor intelectual
que el propio autor destacó en sus comentarios, confiere a su poesía un
singular equilibrio entre sus imágenes sensuales y el impulso ascético y
sublime que la inspiró, y hace de ella una de las cumbres de la lírica
renacentista en lengua castellana.